no comía caramelos

El pequeño Antiño no jugaba con los demás chicos de su edad. Los observaba largamente y con mirada triste.

-me gustan estos juegos, como el de esconderse, es emocionante- contestaba antiño una tarde a su madre- no lo juego, porque se que termina.

por esta razón no comía caramelos, no miraba televisión, solamente leía, libros de cualquier cosa, porque era lo único que podía hacerle pensar hasta aburrirse, o de pensar algo que lo supere sin llegar a una conclusión final.

De adolescente se sentía de 46 años pero con el sudor de su piel invocando amor:

Lo encontró en un parque, no entendió mucho, se divirtió, había sudor, no le agradó por momentos.

Al mirar para arriba vio asomado de una nube al Amor que le cabeceaba y le decía :- ¿y?-

entendió que lo del pasto, no era amor, era un hermano. se volvió en remis.

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Al tiempo se emamoró de Margarita una chica bonita, inteligente, que sabía lo bien que le quedaba la mirada triste. La vio dos días entre un grupete de jóvenes también sudorosos, pero con brisa de Santa Teresita, nunca llegó a besarla, por lento y lloró no haber podido siquiera despedirse.

Al mirar para arriba vio que nada mas había nubes y cielo.

Empezó a jugar a la escondida, porque pensando desde chico ahora había llegado a la hipotesis que el ser humano deja de jugar de esa forma, con reglas y correteos o con espadas y robots gigantes imaginarios, erróneamente, por eso después necesitamos comprar cosas. Siempre pensaba en Margarita.

PD: Se compró el disco La Margarita de Jaime Roos y Mauricio rosencof, por curiosidad y le encantó.