AEROPUERTO (cuento breve)
Antonela perdió su vista en el montón de bolsos y valijas que una vieja Rumana paseaba de aquí para alla buscando hueco donde colarse para el check in. Diez días atrás, había llorado desconsoladamente en su hombro al enterarse de la partida definitiva de Enrique (Esa tarde la pasaron en el sofá)
Enrique, mientras trataba de masajear la vena en su frente, le pedía a un morocho que le envolviera la valija con ese plástico que se pega sin pegote; miraba de reojo, a la bella Antonela, seria, ausente.
Antonela lo miró de frente 5 minutos antes que mencionaran su apellido acentuosamente modificado por el altoparlante. Lloraban sus ojos, pero no su cara. Temblaban sus manos, pero no sus labios. A veces sus labios también, pero lo disimulaba apretándolos.
Enrique puso su mejor cara de boludo aguantando el llanto, mientras huían de su cuerpo tantas lagrimas como besos había regalado.
Antonela puso su mano en la cara de Enrique.
Enrique no se quería ir.
Antonela le dijo: - no te querés ir - mirandolo con ternura
Enrique dijo: - no - mientras pensaba en lo estúpido del comentario,
Entonces revisó en su bolsillo derecho y encontró el último diminuto pedazo de amor que le quedaba. lo conservaba para guardarlo en un cajón al volver a su casa. Tomó esa migaja de amor con sus dedos fríos, y haciéndolo ceniza lo embadurnó en sus brazos para luego abrazarla.
-¡NO!- apuñaló ella - no me gusta que me abraces así cuando hay tanta gente-
Enrique cambió su cara de boludo que aguanta por la de boludo que llora.
Los ciento treinta y seis ultimos segundos en que se vieron, Enrique hacía fila para entrar al avión. La miraba fijamente a Antonela que observaba a unos veinte metros de distancia, se dió cuenta que desde lejos tampoco la reconocía si no fuera por la bufanda verde.
Enrique, mientras trataba de masajear la vena en su frente, le pedía a un morocho que le envolviera la valija con ese plástico que se pega sin pegote; miraba de reojo, a la bella Antonela, seria, ausente.
Antonela lo miró de frente 5 minutos antes que mencionaran su apellido acentuosamente modificado por el altoparlante. Lloraban sus ojos, pero no su cara. Temblaban sus manos, pero no sus labios. A veces sus labios también, pero lo disimulaba apretándolos.
Enrique puso su mejor cara de boludo aguantando el llanto, mientras huían de su cuerpo tantas lagrimas como besos había regalado.
Antonela puso su mano en la cara de Enrique.
Enrique no se quería ir.
Antonela le dijo: - no te querés ir - mirandolo con ternura
Enrique dijo: - no - mientras pensaba en lo estúpido del comentario,
Entonces revisó en su bolsillo derecho y encontró el último diminuto pedazo de amor que le quedaba. lo conservaba para guardarlo en un cajón al volver a su casa. Tomó esa migaja de amor con sus dedos fríos, y haciéndolo ceniza lo embadurnó en sus brazos para luego abrazarla.
-¡NO!- apuñaló ella - no me gusta que me abraces así cuando hay tanta gente-
Enrique cambió su cara de boludo que aguanta por la de boludo que llora.
Los ciento treinta y seis ultimos segundos en que se vieron, Enrique hacía fila para entrar al avión. La miraba fijamente a Antonela que observaba a unos veinte metros de distancia, se dió cuenta que desde lejos tampoco la reconocía si no fuera por la bufanda verde.
Etiquetas: Gente normal, gente rara
2 comentarios:
"...ciento treinta y seis ultimos segundos..."
Siempre suele llamarme poderosamente la atenciòn cuando el tiempo logra ser un fragmento puntual y puntilloso de nuestras vidas...
BESITOS CORTITOS (pero NO menos efectivos) ;-)
"Tomó esa migaja de amor con sus dedos fríos, y haciéndolo ceniza lo embadurnó en sus brazos para luego abrazarla".
LOVE...
Abrazo Francisco!
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